Saturday, March 28, 2009

LA NARIZ VERDE

Me gustan las máscaras. Me gusta leer (El poder del centro). Me gustan los libros intensos y breves (Por otra estética. Muy fuerte). Lo tengo difícil para compaginarlos. ¿O no? Lo intento. Azul es poderío, también el color del cielo….promesa… o el otro nombre de tomar un café con tus amigos.


El cuento de Borges “El espejo y la máscara”, nos lleva a admirar el itinerario del hombre en su imposible afán de buscar el conocimiento. El tercer poema es una identificación con el absoluto estético que va más allá de todo lenguaje, que es esencia inefable. “¿Por qué no crear una palabra, una sola para la percepción de la puesta de sol en la lejanía? ¿Por qué no inventar otra para la inconfidencia con nosotros mismos después de una vileza?” (“El tamaño de mi esperanza”) No puede crearse una palabra, pero si puede crearse una imagen que nos rescate. Yo también pienso que las imágenes superan lo escrito porque surgen del punto en que convergen el inconsciente y las sensaciones, ambos más cercanos a la conciencia que el lenguaje (“Por otra estética”). El problema de crearlas nos plantea dos preguntas. ¿Sólo me interesa lo que me emociona? ¿Sólo me emociona lo que lleva la impronta de lo humano? De toda la figura humana me emocionan la cabeza y las manos. Lo acepto como un hecho. Pero me gusta la cabeza como máscara, porque trabaja el mismo motivo añadiéndole el misterio con planos de enorme firmeza. La fascinación por las cosas que se nos ocultan está en las máscaras de Jorge Añón o de Binoche. Son deliberadamente equívocas, creando un espacio para la imaginación del espectador. La máscara da al rostro un punto de abismo, sin negarle su realidad de ser humano. Quizás expresa el miedo que todos tenemos. Si comparamos trabajos tan diferentes como las máscaras 551/507 de Germán Cueto, las cabezas de Julio González y las construcciones vacías de Oteiza, siempre el centro de equilibrio está dentro de la obra. Pero su ubicación queda definida por la configuración externa de la escultura (“El poder del centro”). Sin embargo, la sensación visual que generan, es totalmente diferente, porque es diferente el desarrollo interior de la mirada. En la escultura de Miguel Angel, La victoria, el movimiento, leído de abajo a arriba, comienza con una diagonal abrupta, cerrada. El cuerpo, después gira en rotación dinámica, preservando el equilibrio. Hoggarth propuso este giro como síntesis de belleza (El poder del centro). Algo así sucede con Flotación o La Hilargia, de Oteiza, pero no sucede en absoluto con máscaras 551 / 507 o con máscara de un adolescente. El cartón pintado de las primeras o lo anguloso de la segunda las configuran como un conjunto de fragmentos articulados en torno a un centro. Lo fragmentado les añade interés, como expresión de un ser que no puede decirse en la unidad. El artista acude a las fuentes profundas. Dice Novalis: “El camino misterioso va hacia el interior”. Si tenemos miedo, si tan a menudo nos sentimos confusos ¿no será adecuado plantear nuestra fragilidad desde lo fragmentado, lo tosco o lo simple? Decidir las líneas de un rostro desde lo unitario, aún en el dolor, como Miguel Ángel, implica un esfuerzo se serena elegancia que a mí me resulta muy difícil.

No comments: