Por otra parte no creo que sea simple anécdota el hecho de que sólo el autor aparezca representado con unos pantalones vaqueros, mientras que sus piezas se perciben en total desnudez ante el espectador. En uno de los catálogos de la galería se puede apreciar la escultura del autor ubicada en una exposición anterior, con la diferencia de que esa vez, él también aparece desnudo. Para esta ocasión se ha vestido y presentado en acto de creación, mostrando una relación y a su ves una distinción entre autor y personajes creados.
Lo que realmente me impactó fueron los ojos, las miradas. Es sabido que para recurrir a la belleza espiritual, expresamos y representamos el alma a través de la mirada. En el Antiguo Egipto y concretamente con el Escriba sentado, para darle un mayor efecto mimético se le realzaba los ojos mediante incrustaciones de piedras, cristal y cobre, Práxiteles pintaba los ojos de sus esculturas para hacerlas más realistas. Con Gibson la mirada se torna algo estridente, en mi opinión la mira se sostiene, tiene mucha vida, aunque el contraste de materiales me produce la sensación de que el cartón no es cuerpo, sino una segunda piel que recubre y actúa como una coraza sobre la verdadera piel de carne del personaje.
Joao Rodrigo Pérez.